Aunque siempre nos han inculcado que el color rosado es para las niñas y el azul para los niños, hubo un tiempo -no muy lejano- cuando los bebés no tenían un color asignado; todos vestían de blanco y con telas de algodón, hasta los 6 ó 7 años.
Los tonos pastel se impusieron por primera vez como tendencia a finales del siglo XIX, pero como moda, no para definir el género de los bebés.
Esto sucedió más adelante, después de la Primera Guerra Mundial, fue cuando estos dos colores se implantaron para designar el sexo de los pequeños; sin embargo, la tendencia asignó el rosado para los niños y el azul pastel para las niñas, después que una reconocida tienda de ropa estadounidense publicara dicha preferencia en su revista.
Durante la década de 1940, las tiendas de departamentos estadounidenses optaron por hacer el cambio -también por moda-, pero durante la onda feminista de los años 60, las madres decidieron volver a vestir a sus niños y niñas de blanco, para apoyar la igualdad de género.
No fue sino hasta mediados de los 80, cuando definitivamente se asentó la moda de vestir a los niños de azul, y a las niñas de rosado; un estilo que llegó para quedarse, y que fue impulsado por los grandes almacenes y diseñadores, en su misión por obtener más ganancias mediante la nueva tendencia de colores designados.