La natación es una actividad que se ha practicado desde épocas muy antiguas. Civilizaciones como los griegos y los egipcios la implementaron como parte de su educación escolar, además de haber ocupado un papel muy importante en sus prácticas medicinales, por sus enormes propiedades terapéuticas.
Este deporte es conocido principalmente por sus ventajas cardiovasculares, puesto que al practicarlo se involucran todos los músculos principales del cuerpo, obligando al corazón a ejercitarse, incrementando su capacidad y su potencia. Sin embargo, nuevas investigaciones han comprobado que, la natación también ofrece grandes beneficios para el cerebro.
Hasta la década de 1960, los científicos creían que la cantidad de neuronas y conexiones sinópticas en el cerebro humano era finita y que, una vez dañadas, estas células cerebrales no podían reemplazarse.
Hoy en día existen pruebas claras que demuestran que el ejercicio aeróbico contribuye a la neurogénesis, y que repara el daño de las neuronas y sus conexiones, siendo la natación uno de los más completos:
* La natación aumenta los niveles de una proteína llamada factor neurotrófico derivado del cerebro (FNDC), estimulando la función cognitiva, beneficiando el aprendizaje, e implementando la memoria de corto y largo plazo.
* Estimula la liberación de mensajeros químicos -o neurotransmisores- como la serotonina, encargada de reducir la depresión y la ansiedad, además de mejorar el estado de ánimo.
* La natación promueve la agudeza, la velocidad mental y la atención.
* También impulsa el aprendizaje en los niños; los científicos encontraron un vínculo entre la actividad aeróbica de la natación, y el incremento en el aprendizaje de vocabulario.
* En edades avanzadas, la natación ayuda a la supervivencia de las neuronas, a reparar los daños neuronales, y a reducir los impactos cognitivos del envejecimiento.