Como ya sabemos, las botellas de agua contribuyen enormemente a la polución plástica de nuestro planeta; sin embargo, es muy posible que de vez en cuando aún recurramos a ellas por conveniencia, o por temor a beber agua del grifo; pero ¡ten cuidado!
Según un reciente estudio de The Journal of Enviromental Science & Technology, hoy en día los humanos estaríamos consumiendo al menos 74 mil micropartículas de plástico al año, provenientes tanto del medio ambiente como de la comida; no obstante, aquellos que nos hidratamos exclusivamente de agua embotellada, podríamos estar consumiendo el doble.
Las micropartículas de plástico que sueltan las botellas, además de contener obesógenos, polipropileno (PP) y tereftalato de polietileno (PET), cuando entran en nuestros tejidos corporales, causan aún más problemas.
Provocan una reacción en cadena junto con las toxinas y los metales pesados -previamente acumulados en nuestros tejidos-, para ser liberados al sistema sanguíneo. Este serio problema de toxicidad no solamente interfiere con nuestras hormonas y nuestro peso corporal, sino que perjudica notablemente a las bacterias amigables que habitan en nuestro intestino.
Una vez el plástico entra en el intestino, puede suprimir al sistema inmunológico, contribuir a la acumulación de toxinas, y a la transmisión de bacterias o virus.